19
Edgar Salinas
Toco a mi puerta un gran conejo rojo que me hacia recordar una vida pasada, que se me metía en lo más profundo. Tenía en su frente tatuado un numero 19, nunca supe porque se me hacia un poco familiar.
Se acerco a mí y detrás venia un lindo cerdito rosado, que en su mano traía una pequeña figura. Lo que me extraño aun mas fue que aquella figura era la representación de un animal que solo en cuentos conocía.
Al principio pensé que era un caballo, pero jamás en mi vida había visto uno azul; además en vez de pelo en la espalda le nacían plumas y en la cabeza una protuberancia, que de una mirada más de cerca me pareció un cuerno muy bien pulido.
El gran conejo se acerco completamente a mí, y al notar que mi atención estaba totalmente en aquella diminuta criatura, me susurro al oído, en una lengua que nunca había escuchado antes pero que logre entender; el nombre de aquel ser mitológico. Debe de ser de Silvio –dije con una seguridad que asombraría a cualquiera.
Tome valor y le pregunte al conejo la razón de aquel numero en su frente, me respondió –que aquel numero representaba el inicio y el fin de una vida. Me tumbe en mi sillón, inmóvil, mientras los visitantes me deban la espalda y se acercaban a la salida, sin despedirse, sin decir una sola palabra.
Ya a punto de salir el cerdito, se detuvo, dio la vuelta y regreso hacia mí, me miro fijamente sin decir nada y dejo en mis piernas aquella mítica figura que traía en sus manos.
Nunca más volví a ver al gran conejo rojo y al cerdito. El unicornio cobro vida, ahora corre en mi jardín cada vez más grande y hermoso.
miércoles, 25 de marzo de 2009
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